› escribo desde la mesa azul de la librería.
› escucho a gracie abrams
pienso en las veces que, estando en casa, algo se me cayó sin querer y el sonido que produjo vino acompañado enseguida por un grito que preguntaba ¿qué fue? ¿estás bien?
la mayoría de las veces sentí vergüenza, culpa, o una mezcla de ambas, porque no había manera de ocultar lo ocurrido. el sonido no miente.
sin embargo, ahora, reconozco lo reconfortante que puede ser el ruido de algo al romperse. aunque sea estruendoso y doloroso en sí mismo, me deslinda de la responsabilidad o necesidad de confesarlo. no tengo que encontrar la manera de formular las palabras se rompió. el sonido ya lo hizo por mí. el sonido me protege.
qué cansado y doloroso puede ser el tener que confesarle al mundo - en repetidas ocasiones - que algo se rompió. para que lo sepan todxs, para que no lo olviden. para que no pregunten por eso ni lo tengan que descubrir en mi mirada o mi voz temblorosa.
qué cansado y doloroso puede ser el tener que confesarme a mí misma - en repetidas ocasiones - que algo se rompió. para que lo sepa, para que no lo olvide. para convencerme a mí misma de que algo roto, está roto - aunque no lo haya oído romperse. para no escudarme en la falta de evidencia sonora. si no me acuerdo, no pasó. si no lo oí, no se rompió. qué cómodo - y qué mentira.
¿cómo nos conciliamos con las rupturas mudas? ¿cómo identificamos el momento exacto en el que se produjo la ruptura si sólo tenemos silencio y los pedazos o la grieta? ¿cómo cuento esa historia si no tengo por dónde empezar? ¿cómo cuento esa historia si carece de ese sonido que delata el final (o comienzo, que es lo mismo)?
cuando cargo con algo roto - y que nadie oyó romperse - pienso que me vendría bien un cartel para sostener sobre mi cabeza. una declaración que diga se rompió con letras rojas y en mayúsculas.
sería una manifestación en contra del silencio cuando éste existe donde no debería. porque si lo vivo o la presencia hace tanto ruido, exijo que al morir o al partir(se) haga lo mismo. no me asignen la tarea de hacer ese ruido por mi cuenta.
no me pidan que el ruido venga de mí, por favor.
porque el sonido tiene que venir de algún lado. tiene que existir para hacer oficial la ruptura, ¿no? lo que se rompe merece ocupar espacio con su estruendo, aunque sea por un segundo. merece oírse.
pero si pedir esto es imposible y me ha de tocar a mí, denme permiso de nombrar lo roto desde el primer momento. denme permiso de hacer ese ruido que faltó de una vez. hola, mucho gusto. esto, esto, esto y esto, se rompió. es importante que lo sepamos. ¿tú qué tal?… no quiero tener cuidado con mis confesiones. no quiero cuidar mis palabras a la hora de revelar lo que ya no es. no quiero esperar “el momento indicado” para hablar de lo que perdió su forma y ahora está hecho añicos. no quiero pedirle a las grietas que tengan paciencia, que pronto hablaré sobre ellas.
quizás una de las razones por las que escribo es para eso. para crear un registro de lo que existió, se rompió y ahora existe roto; pero existe. quizás no conozca otra manera de escribir que no sea como confesándome. quizás toda escritura es una confesión.
confieso que esto se rompió. que lo sepan todxs, que no lo olviden. que lo sepa yo misma, que no lo olvide.
¿qué otra evidencia hay de una ruptura? para no depender del sonido o la ausencia del mismo ¿qué más hay? queda lo que queda. los rastros, los vidrios que no se alcanzaron a barrer, la mancha, el olor a quemado, el hueco, la ausencia.
¿podemos hacer un registro de eso?
recuerdo a sophie calle. una artista que entrelaza la fotografía, la escritura, la instalación, el cine y más para explorar distintos temas. al centro de su obra está la intimidad, lo cotidiano, el amor, la identidad, las obsesiones, las relaciones interpersonales, la ausencia y la vulnerabilidad. me es inevitable pensar en dan (si estás leyendo esto, danka. te veo en sophie calle y qué bonito).
en 1981 trabajó como mucama en un hotel de venecia. durante tres semanas, cargó con su cámara y grabadora para hacer un registro de todo lo que quedaba en las recámaras tras la estadía breve de los huéspedes.
un registro de lo que queda después de que hubo algo. un registro de lo vivido y sus migajas. me gusta pensar que es su forma de hacer ruido. su forma de decirle al mundo aquí pasó y aquí pasaron. ¿qué? no sé ¿quién? tampoco. pero no importa. permanece la evidencia - sobre todo si hay un registro de ella.
quizás todo es un intento por permanecer y hacer permanecer. aunque se rompa. aunque se rompa y nadie lo haya oído. nos encargamos de ese ruido para que permanezca en el mundo (como algo roto - pero que permanezca). para que no haya duda de que existió.
qué cansado puede ser confesarle al mundo que algo se rompió, pero qué necesario. ojalá todo lo que se rompa haga (o hagamos por ello) el ruido que merece.
les recomiendo mucho el trabajo de sophie. es muy íntimo.
en el 2015 trajo al museo tamayo en la ciudad de méxico una exposición llamada cuídese mucho (prenez soin de vous).
el nombre de la exposición hace alusión a las últimas palabras que recibió de su ex pareja en un mail en el que terminaba su relación con ella.




cuídese mucho. me pregunto si esas palabras cuentan como el ruido de algo al romperse.
mientras escribía esto, dos amigxs me hablaron entonces aproveché para hacerles la misma pregunta. me gustaría compartir sus respuestas.
¿qué te detona/en qué piensas cuando te digo nadie lo oyó romperse?
frida escribió un poema:
nadie lo oyó romperse. carta a mi corazón roto: nadie lo oyó romperse. una frase. ya no te necesito aquí. mi corazón roto, tirado sobre la banqueta sobre la que te despediste de mí. nadie lo oyó romperse. ni siquiera yo que lo traigo dentro, porque la fractura es siempre interna, omisa a la vista. sin ruido, un dolor silencioso que sigo tratando de calmar. porque nadie lo oyó romperse pero lo sentí dos meses después que volví a recorrer esa banqueta y vi un trozo de mi alma pisoteada por el ¿qué hubiera pasado? nadie lo oyó romperse, nadie oyó que me rompí. grietas en cada lunar, una nueva grieta que ahora acompaña mi desayuno desde que dijiste ya no te necesito aquí.
pablo me habló de su mamá:
pensé en mi mamá. pensé en que es una dinámica que viviría mi mamá. era la hija más grande y siempre fue la hija “perfecta”, la mejor portada. mientras que sus hermanos eran muy problemáticos. entonces supongo que ella siempre creció con menos cuidados, menos mirada, menos acompañamiento. y siempre creció con la responsabilidad de no generar más problemas. no pidió ayuda. nadie la oyó romperse. en eso pensé.
creo que adoptaré esta dinámica. quien me hable mientras escribo, será interrogado.
Directo al cora, como siempre.
Me encantó la dinámica, tenía tiempo sin escribir un poema pero este quería salir:
se fue de la misma manera
en la que llegó:
sin avisar y en silencio.
cómo aturde
el silencio
que me ruega, me suplica,
que le preste mi voz.
pero yo no puedo,
todavía no.
tengo un grito atorado en el pecho.
y le pido que salga, por favor.
quiero que todo mundo escuche mi dolor.
❤️🩹
Puro disfrute leerte, Emilia! Me seduce mch la nueva entidad de lo roto, su metamorfosis...lo roto como algo muy valioso, no como defectuoso o imperfecto...algo q supo sobrevivir y transformarse...