es de los lugares donde más cerca he estado de poder definir lo que es la felicidad porque la felicidad se me escapa como un globo entre las manos de una niña. no huye de mí, ni yo de ella pero se camuflajea; cambia de apariencia tan seguido que son pocas las veces en las que logro nombrarla a tiempo. son pocas las veces que logro decir 'aquí soy feliz' en lugar de 'ahí fui feliz' porque en el momento se me escapó la supe nombrar pero tarde. el punto es que ahí - y por ahí me refiero a contigo - fui y no solo estuve. fui y fui feliz.
recuerdo estas palabras. escribí el texto un día de agosto del 2021. llovía y también por dentro. acababa de visitar un lugar - un hogar - muy significativo en mi vida y había sido la última vez, o por lo menos eso pensaba en ese momento. eventualmente volví porque eso de regresar siempre se me ha dado muy bien, ya lo he dicho. sin embargo, en ese momento parecía ser la última vez que habitaba ese lugar y eso es lo que importa.
estaba atravesando una despedida. una despedida impuesta. yo no quería irme. yo no quería cerrar esa puerta que estuvo abierta para mí durante años, misma que atravesé cientos de veces y al hacerlo encontré tanto amor. no quería tener que llevar ese lugar únicamente en mi memoria. conozco la fragilidad de la memoria. ¿y si olvido los detalles? ¿y si no recuerdo el sonido de las risas que impregnan ese lugar? ¿y si no puedo evocar los olores, el tamaño de los árboles, el color de las paredes, el sabor de la comida, los azulejos del piso? ¿y si pierdo a la versión de mí que nombró a ese sitio su refugio? ¿y si me olvido de mí?
podrían enterrarme en todas mis preguntas que empiezan con ¿y si…? y nunca encontraría la manera de salir. esas preguntas son mi tumba cuando no logro abrazar a mi mente y decirle que respire, que estamos bien.
no quería irme de ese lugar donde había sido feliz. no quería que me sacaran de ahí a la fuerza. pataleé, intenté agarrarme del marco de la puerta, desesperada. las raíces que había echado no querían ceder. quise quedarme donde había sido feliz.
no me voy, me llevan. quise gritarlo. quise gritarlo para que el lugar y todo lo que había en él, supieran que esto no era un abandono. no me iría así. no tan pronto. eventualmente, sí. pero no así. no tan pronto.
no fue un abandono. ¿cómo abandonaría mi propia felicidad?
¿lo he hecho alguna vez?
quedé suspendida en el vacío de lo que ya no era mío. desde ahí me di cuenta y pude decir en voz alta que en ese lugar había sido feliz. me invadió una tristeza innombrable. una sensación pesada de nunca llegar a tiempo a mi propia felicidad. ¿podemos ser impuntuales cuando se trata de la felicidad? ¿eso existe?
ahora sé que no. ahora sé que la felicidad existe en el momento en el que la nombramos como tal, sin importar cuándo lo hagamos. ahora sé que la felicidad no se me escapa: se integra en mí, se disuelve en mi piel, se instala, se pone cómoda, me nombra ‘casa’. ahora sé que la he llamado de distintas maneras, como si fueran apodos. paz, calma, ternura, descanso, curiosidad, mirada, cuerpo, son miles las maneras en las que la he bautizado.
ahora sé, también, que aunque le asigne el verbo pasado: fui feliz; la felicidad es atemporal porque es un constante recordatorio de que si nos encontramos con sus ojos una vez, ella siempre nos estará viendo aunque no sepamos cómo sostenerle la mirada. merezco darle el verbo presente, sí, pero ya no me juzgo cuando no sé cómo hacerlo.
no se trata de extrañar la felicidad. se trata de repetirme: si lograste sembrarla ahí, lo puedes hacer en otra parte. crece donde la riegues y nunca has sido desierto, ni tierra yerma.
hoy entiendo que no me he ido de ese lugar del que fui desterrada porque lo llevo conmigo. salto ante cualquier oportunidad de recordarlo y nombrarlo. y no lo sé, quizás un día me cueste más trabajo hablar de él porque su imagen y mis vivencias ahí se estén disolviendo en mi memoria. pero si un día lo olvido todo, sepan que ahí fui y sigo siendo - aunque ya no exista para mí - feliz.
revisitarme en textos que escribí en el pasado siempre es un viaje. nunca he regresado sin que algo se me sacuda por dentro y no siempre regreso ilesa, pero me gusta pensar que es una manera de mantener una conversación conmigo misma. estoy hablando sola. me estoy volteando a ver, me estoy integrando. abrazo mucho a la emilia que escribió ese texto.
¿les gustó este ejercicio? ¿votan que lo haga con otros escritos?
pregunto porque me siento acompañada cuando se suman a mis ideas o ganas de hacer algo :)
Un abrazo atemporal de regreso para ti. es muy hermoso leerte hablar de la fragilidad de la memoria porque es algo que siempre ha formado parte de mi discurso. Gracias por tus palabras y por tu vulnerabilidad <3
No le puedes sostener la mirada a la felicidad porque te "sonroja"... (o te chivea, como lo pienso seguido)
Me voy a enfocar en eso ahora